El instante siguiente

En estos tiempos de comida rápida, obsolescencia programada, correos instantáneos, compras a golpe de clic, banda ancha y baja latencia, la velocidad se ha impuesto como un valor al alza que parece querer llevarnos apresuradamente a un futuro mejor. Mientras tanto, los ritmos naturales se mantienen estables, ajenos a las prisas humanas y sus ansias por conseguir en el instante siguiente lo que ya se encuentra en el instante presente: un poco de paz, de satisfacción, de plenitud, o simplemente de descanso.

Una lunación sigue durando 29,53 días, pero la luna no se plantea redondear esa cifra. Cada mineral, vegetal y animal de este planeta sigue supeditado a su ritmo ancestral de desarrollo, en la medida en la que el ser humano no lo manipule.

Pero nosotros tenemos prisa. Vivimos con urgencia una vida que apenas tenemos tiempo de saborear. O estamos escapando de un pasado que duele y persiguiendo un futuro mejor, o estamos añorando un pasado feliz y resistiéndonos a un futuro incierto que tememos no poder afrontar. Las agendas humanas se han desfasado de sus relojes biológicos. Todo parece poder acelerarse o postergarse a voluntad. Podemos fingir ser adultos a los 14, vivir como adolescentes a los 30 y ser tratados como niños a los 80. Podemos gastar de antemano una riqueza que aún no hemos generado y podemos generar riqueza apostando por las pérdidas futuras de cualquier valor. Podemos tener relaciones con una persona diferente cada fin de semana, pero no tenemos tiempo de cuidar las relaciones con las personas que permanecen a nuestro lado a diario. Vivimos esperando a que termine la jornada, a que llegue el viernes, o las vacaciones, o la jubilación. Esperando a tener un poco de descanso para poder disfrutar de lo que tanto esfuerzo nos está costando conseguir. Pero en la inercia nos pasamos de frenada y para cuando queremos disfrutar del presente ya está sonando el despertador por la mañana, en el calendario vuelve a ser lunes, o el último día de vacaciones. O el día de la cita con el oncólogo.

Mientras las hojas esperan al otoño para dejarse caer, la vida se nos escapa entre los dedos, esperando encontrar un hueco en nuestra apretada agenda para ser vivida.

¿Puedes detenerte un instante, ahora? ¿A dónde quieres llegar? ¿Qué tratas de conseguir? ¿Estás disfrutándolo? ¿Dónde te has colocado en tu escala de prioridades? ¿Qué puede haber más urgente que pararte a darte un poco de atención cuando estás sintiendo agobio, estrés, frustración o cansancio?

No tengas prisa. La vida te está esperando. No en el instante siguiente sino en el instante presente. El único instante en el que la vida puede ser vivida a tu ritmo natural.

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